miércoles, 24 de septiembre de 2008

Las brujas no se quejan

Al fin he terminado de leer ‘Las brujas no se quejan’ de Jean Shinoda Bolen. Es un libro maravilloso dirigido a la mujer madura: pre menopáusica o menopáusica, pero no es tan limitante, pues la mujer joven que extrae la savia de sus reflexiones y consejos, se convierte desde joven en una mujer madura realizada y “conforme con la vida”, por no utilizar la palabra feliz.

Cuando la autora comenzó a definir las cualidades de una “bruja” o anciana -como también denomina a la mujer madura que ha vivido experiencias que le han valido ganar un estado mental y emocional superior al de los de su entorno-, comprendí por qué instintivamente digo a mis amigas más queridas: bruja o brujita. Y es que la bruja es un ser que se reconoce en cada mujer, que comparte con las demás la empatía de la hermana, la amiga, la madre y no el desprecio de las rivales que luchan por el mismo macho humano.

Han sido trece capítulos o trece cualidades de la bruja o anciana, leídos de manera amena y rápida, saboreando cada reflexión, cada anécdota, cada recomendación. Uno de esos capítulos o cualidades se titula ‘Las brujas no imploran’, en él la autora expone las razones por qué la mujer madura no se queda esperando un comentario o actitud de aprobación de un hombre tras tener sexo, cómo ella se desvincula del miedo a no ser suficientemente buena en la cama, joven o bella, a darse y a disfrutar del sexo sin sentirse acomplejada por los años y su paso por la piel.

Yo lo extrapolé con una relación sentimental y concluí que las brujas no imploran el amor, la protección y el cuidado de quienes aman, porque mientras más se implora, más se es humillado. “Implorar es un estado mental psicológico en el cual nos adherimos a otra persona porque nos consideramos seres inferiores y necesitados, sin valor alguno”, dice la autora en la página setenta del citado libro.

En el capítulo ‘Las ancianas unidas pueden cambiar el mundo’, Shinoda Bolen habla del poder de la mujer madura en los movimientos sociales que impulsan el cambio, de la manera casi natural como puede resolver grandes conflictos. Comentando sobre la guerra –la bipolaridad ganar o perder- ella escribe: “La derrota es una humillación en la cual el perdedor se consuela planificando las represalias y fomentando el odio en la generación siguiente”.

Es un comentario revelador, en el cual incluso me sentí tristemente reflejada sin poder más que admitir mi error, llorar y pedir disculpas, como lo haría una hija que ha errado ante la madre que descubre su falla y en lugar de recriminarla le hace caer en cuenta de lo mal de sus acciones y al mismo tiempo le extiende los brazos porque lo importante no es el castigo, sino el reconocimiento del error, la reflexión y el trabajo para erradicar conductas destructivas tanto para quien yerra como para su grupo.

Algunos libros han pasado por mis manos, de la mayoría ya no recuerdo ni retengo el contenido, pero este se ha quedado grabado en mi corazón, tal vez porque fue escrito con el corazón. Zaida Corniel una vez me prestó un libro que me advirtió “era su libro de cabecera”, yo me sorprendí porque era la primera vez que escuchaba esto, sabía de los médicos de cabecera pero no de los libros de cabecera. Pues ‘Las brujas no se quejan’ será más que mi libro de cabecera, mi talismán; el texto que debo asimilar para cruzar por esta etapa de mi vida sin dejar olvidada en ella la piel y la cordura.

A modo de colofón

Tres dientes de ajo, tres granos de maíz, un grano de sal, un poco de incienso, una moneda de 25 pesos; el nombre de los dos puestos uno sobre el otro y envueltos, encender fuego…

Ja, ja, ja, ja, ja, si ser bruja fuera tan fácil.

Abrazos y besos a mis brujas queridas!!!

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